La Real Sociedad ha dejado una buena impresión en Mestalla, lo que sugiere un futuro prometedor. Más allá del resultado empatado, lo notable fue la evolución del equipo bajo la dirección de Sergio Francisco. La estructura defensiva se mostró más organizada, con los extremos cerrándose hacia el centro y los laterales marcando el ritmo en el campo rival.
Este ajuste, aunque sutil, resultó esencial para ejercer presión alta y mantener al Valencia incómodo en su salida. La identidad táctica que se evidenció en el campo indica que el nuevo entrenador está comenzando a implementar su enfoque. El esfuerzo de los jugadores fue digno de destacar; desde Brais hasta Turrientes, incluyendo a Marín y los defensas laterales, todos exhibieron un juego cooperativo, energético y en sintonía con la filosofía del equipo.
En el aspecto ofensivo, la Real mostró un potencial poco común para un visitante en Mestalla: combinaciones ágiles, constantes aproximaciones y oportunidades variadas. El empate, sin embargo, se debe más a la falta de eficacia que a otra causa. Óskarsson tuvo la oportunidad más clara para inclinar la balanza a favor de su equipo, mientras que Kubo, como es habitual, volvió a destacar con su capacidad para desequilibrar y un gol impresionante, aunque aún puede ofrecer más. Por ello, el empate se siente insuficiente. La Real mereció una victoria, dominó gran parte del encuentro y, sobre todo, transmitió la sensación de ser un equipo serio y con ambiciones. No es fácil imponerse en un estadio como el del Valencia y tener el control durante tantos minutos. Aunque el proyecto de Sergio Francisco apenas está comenzando, las señales actuales sugieren que este equipo tiene un gran potencial de crecimiento. Hay orden, motivación y buen fútbol. Si bien el empate suma, lo realmente valioso que se lleva la Real de Mestalla son las razones para creer que esta temporada puede resultar apasionante.